De S.S. para K. y P.

Mérida, Yucatán, 18. 10, 2020

Querida K. y querido P.:

Llevo días tratando de reacomodar mis ideas y compartirlas sin perjuicio por mi pobre vocabulario. Aun sin saber exactamente cómo quiero escribir, algo me impulsa a vomitar las palabras. He de confesar que me siento como un ladrón de momentos íntimos, espiando y escuchando su conversación por la rendija de la ventana, luego me transporto a otro espacio. Estoy sentada sola en un café leyendo un libro y en la mesa contigua escucho a dos personas, son Pedro y Julia hablando, y luego, en un salto temporal, son ustedes dos. En mi imaginario tal vez estaría leyendo La caja negra mientras espero un macchiato, y algo en mí sabría que todos los hilos de la vida se unen y que el universo es un pueblo muy pequeño.

Aportando al tema, pienso que el suicidio es un acto que escogemos todos los días. La acción de realizarlo es el último recurso. A’ida dice, y concuerdo, que el tema de la muerte es complicado, ¡si lo sabré yo! Nací un 02 de noviembre, el día que celebramos la unión de la muerte y la vida.

Mi cumpleaños siempre huele a pozole y mucbipollo.

También huele a nostalgia y tristeza.

En mi cumpleaños siempre hay un altar con la foto de mi tío. Falleció de cáncer.

Todo este cúmulo de sensaciones hace de mi evento una inevitable celebración lúgubre. También me hace reflexionar en que, siendo humanos, somos una especie verdaderamente frágil. Terminar con nuestra vida es mucho más fácil de lo que parece. Yo creo entonces que muchas veces decido suicidarme lentamente, día a día, hora tras hora. La decisión final tiene que ver con el poder autoritario de mi familia, de la religión y de mi cultura, pero qué hermoso sería aceptar la eutanasia como rutina. Ah, también es un asunto de mi evidente cobardía. Sería -casi performativo- morir el día que se celebra mi nacimiento. En el mar, porque del mar venimos y al mar iremos. Hacerme vieja y decidir, como regalo de cumpleaños, ir a la playa y desaparecer. Yo creo que todos deberíamos morir haciendo lo que más amamos.

Morir…, dormir; no más y con un sueño
saber que dimos fin a las congojas,
y a los mil sobresaltos naturales
que componen la herencia de la carne,
consumación es ésta que con ruegos
se puede desear. Morir, dormir,
¡Dormir! ¡Tal vez soñar! ¡He ahí el obstáculo!

¿Cuál es su terapia para reconciliarse con los miedos? Yo encontré el hilo y por ratos, me envuelvo en él. Una vez leí que trenzar calma el alma, diría entonces que trenzo hilos y creo figuras para no caer en mi locura. Porque últimamente nada tiene sentido.

Y aquí sigo, tratando de salvarme de mi propio infierno / En mi vida he visto un día tan feo y hermoso a la par / ¿sois fantasmas, o sois, en efecto, lo que aparentáis ser? / ¡Perdonadme!… Mi rebelde cerebro se ocupaba en recuerdos lejanos.

¡Perdonadme!

         Mi

               REBELDE

                          Cerebro

                                Se ocupaba

                                           En recuerdos

                                                       LEJANOS.

Morir después de un beso.

S.