De T. para F.

Toluca, México, 9 de noviembre, 2020

Querida F.,

El sábado pasado buscaba algo que me llevó a mover cosas en la alacena. Sin recordar que estaba ahí, encontré una bolsa de lentejas a la mitad y pensé en ti. Ahora yo también quiero la receta y espero que si tú la obtienes primero, me la compartas. O tal vez podemos planear algo para ganar juntas esa receta. Podríamos responder otras preguntas además de las que ya contestaron América y Humberto. Quizás conformar una base de datos en Excel con las palabras con las que tú y yo nos autocensuramos o tenemos dificultad de decir. Podríamos incluir unas gráficas interesantes, construidas con variables de tiempo y espacio. No sé si esos datos se puedan “cuadrar” o tal vez sean igual que los estados de pérdidas y ganancias en el matrimonio (y yo diría, en el amor, que no siempre está pegado al matrimonio pero que invariablemente nos da y nos quita). 

Otra opción sería hacer un estado financiero que analice las pérdidas por enfermedades ocasionadas por callar. Para esa opción tengo algo de material, una neurodermatitis de varios años de infancia, provocada por el divorcio de mis padres, quienes se dedicaron a decir y hacer muchas cosas, pero creo que no les alcanzó el valor o las fuerzas para querer escuchar, preguntar u observar de cerca lo que pasaba en sus hijas. Tú, ¿te has enfermado alguna vez a causa del silencio?, ¿tendríamos más material para ese análisis?

Yessica dice que “tanto el amor como el poder son una serie de reiteraciones corporales que se movilizan, surgen y desaparecen por distintas partes del cuerpo, en los intersticios de las relaciones humanas” y luego me pregunta si estoy de acuerdo. Sí lo estoy, creo que el amor y el poder son cosas que todos digerimos de manera distinta, que nos transforman, pero también transformamos, y que “con la mirada propia destruimos el paisaje”, como decía Humberto. Tal vez para esta pregunta podríamos hacer un diagrama de flujo, aunque en este caso tendría que ser individual, porque como tú bien preguntas “¿quién podría entender alguna caja negra que no sea la suya?”. 

Por mi parte, no he podido llegar a acercamientos concluyentes sobre el amor, el poder o las mentiras. Lo que me han regalado las cartas de Ilana y Alec es reafirmar algo en lo que pienso constantemente: no se puede tener todo en la vida. Aprender a asumir es valioso, te ayuda a ahorrar en muchos rubros, evita gastos innecesarios. Ilana recuperó y perdió a mismo tiempo, con el mismo movimiento de piezas. La vida es siempre “unas cosas por otras”. Tal vez la felicidad resida en ser consciente de eso, asumirlo, practicarlo, decidirlo. 

Querida Fabiola, me gusta la frescura de tus cartas, me gusta como nadas en diferentes profundidades en tan poco tiempo. Puedes ser tan seria y divertida de un momento a otro. Me he encontrado en tus cartas, a veces porque me nombras y entonces nos reunimos. A veces porque te dices y me ayudas a conocerte y yo voy a tu encuentro. Y es verdad cuando digo que desde el primer día supe que esta carta existiría. Puedo y quiero imaginarnos cocinando esas lentejas; tal vez podríamos acompañar esa sesión con alguna bebida, alcohólica de preferencia. Para mí un gin tonic, ¿qué te gustaría tomar a ti? Quizá Yessica acepte seducirnos (según sus propias definiciones), con su receta a cambio de un buen mezcal o de alguna de las deliciosas cervezas artesanales que hay en Mexicali. Posiblemente todo sea más sencillo de lo que queremos pensar. Esa sopa de lentejas a la que muchos ya nos enganchamos sería un buen banquete para la celebración de los encuentros en este bello experimento.

Gracias por imaginar conmigo,

T.