De Y. para M.

Oi beleza, Marcela Ceceña

Tudo bem?

Gostei de saber que você sabia portugués y que empezaste contando tu vida a partir de los 42 años, como quien omite los meses de gestación o los primeros años de vida por no tener un recuerdo más que a partir de una foto, un relato de los padres o de alguien más, y duda de cómo es que llegó hasta aquí. Qué afortunada, pensaba mientras te escuchaba. Decidir o buscar un punto de partida asincrónico, en donde las experiencias de vida nos interpelan de tal forma que nos revelan un futuro distinto. Esto no es más que lo que interpreté en relación con la presentación que hice, enunciándome desde el acontecimiento próximo de cumplir 40 años contándome relatos de mi vida desde niña, otorgándoles una importancia que ahora no sé si es necesaria. ¿Ordenas de alguna manera tus experiencias de vida?, ¿haces categorías?

Estudié portugués cuando regresé a Toluca en el 2012, porque algo me decía que no me tenía que quedar aquí mucho tiempo y que tenía que planear moverme de nuevo. Entonces busqué planes de estudio para hacer un doctorado y estudiar en el extranjero. Me enamoré de Brasil, mientras más leía y escuchaba ese idioma me parecía una lengua cachonda, construí la idea de que todos bailaban sensualmente y tenían una voz erotizada. Me decía “qué bueno ha de ser estudiar así”. Cuando terminé de estudiar portugués encontré una residencia artística y apliqué, quería pasar allá un tiempo, enfrentarme al idioma antes de aplicar al doctorado, a esos cuerpos que había idealizado. Recuerdo la sonrisa con la que bajé del avión y la emoción de estar pisando esas tierras. ¡Uff! ¿Estudiaste portugués por Portugal, Brasil o algún otro? Me tengo que ir a cocinar, muero de hambre. Termino en un momento.

Mientras cociné pensaba en qué se le puede escribir a alguien que no conozco. Unos minutos después en mi cabeza iba contándote lo que estaba haciendo. Salí corriendo por mi grabadora de audio, la puse encima de la licuadora y seguí contándote, pensaba que así no se me podía olvidar lo que quería escribirte: 

“Tengo que parar porque tengo que cocinar algo, pero mientras cocino estoy pensando en qué te tengo que escribir, qué decir, qué contar. Pienso que debo de contarte qué voy a cocinar. Haré unas lentejas con tocino. Y entonces quiero que esto acabe, terminar de cocinar ya, quiero que se cuezan las lentejas rápido, que el bistec esté listo y que yo pueda comer lo más pronto posible para seguir escribiendo. Y aquí me doy cuenta de que tal vez escribir una carta es más importante que mi hambre. Pero también creo que no puedo, no puedo ir a escribirte sin haber comido, porque entonces no voy a poder poner atención en lo que escribo y tal vez te seguiré contando todo lo que se me está antojando de comer en este momento. Es extraño escuchar mi voz, escuchar cómo mis pensamientos son más claros y sin menos accidentes que mi lenguaje, sin menos accidentes que mi habla; cuando hablo hay muchos silencios, hay un tartamudeo tal vez, una… extraño. Como si hubiera un delay entre lo que estoy pensando y lo que tengo que decir o lo que estoy diciendo, para que quede grabado. Qué loco…. ¿Cómo se podrá grabar el pensamiento?” 

Escucharme mientras transcribía lo que dije, me produjo mucha risa, qué rara es mi voz con esas pausas y dudas. ¿Alguna vez has grabado tu voz?, ¿escuchas los mensajes de audio que mandas? Al inicio de este año decidí aprender a cantar, mejor dicho, a conocer mi voz; me gusta mucho modularla, jugar con las onomatopeyas. Llegó la pandemia y ya no pude hacerlo. ¿Sabes cantar?, ¿te gusta?

Después de lo que acabo de hacer ahora, esto de grabarme y transcribir, recordé un ejercicio que nos dejó una profesora de un taller de investigación que tomé casi al comenzar la pandemia. Nos dijo que lo primero que teníamos que hacer al despertarnos y antes de ir al baño, era escribir nuestros sueños. Después de una semana de haberlo hecho, me desperté a la mitad de un sueño relatándome lo que tenía que escribir, escucharme me dio mucha risa y seguí durmiendo.

Quiero contar más sobre Brasil pero esto me llevará otras dos cuartillas, ya sucederá. Me divertí al escribirte. Nos leemos e imaginamos pronto.

Y.